No poder entrar a una discoteca o ser identificado y registrado por ser negro, el hartazgo ante el racismo cotidiano
María es profesora de Formación Profesional, vive en Burjassot y tiene en acogida desde hace un año a un joven negro de 18 años quien, a pesar de no estar adoptado por cuestiones burocráticas, considera que es su hijo a todos los efectos. Su hijo llegó a España desde África cuando tenía 15 años y vive con ellos en acogida desde octubre del pasado año. “Era un menor no acompañado al que daba clase y decidimos acogerle porque en poco tiempo iba a cumplir los 18 años (en marzo) y tendría que abandonar el centro de menores en el que residía”, explica.
En este tiempo, María ha conocido de primera mano situaciones de racismo cotidiano que son “muy dolorosas”. La última de ellas, la gota que colmó el vaso y que le empujó a denunciarlo en redes sociales, el pasado fin de semana, cuando no dejaron entrar a una discoteca de la localidad de Museros a su hijo y un amigo, de 19 años de edad y también de raza negra. Les impidieron el acceso a la sala con la excusa de que no tenían 21 años: “Efectivamente, tiene 18, edad legal para acceder a una discoteca. Y es negro. Y como que el tema de la edad no cuela, debe ser que son unos racistas”.
Maria asegura que fue a su hijo y al amigo de éste “a los únicos a quienes se les pidió que se identificaran”. “No es la primera vez que sucede esto, pero sí la primera que no les permiten entrar”, apunta la madre de acogida, quien reconoce que decidió hacer pública su denuncia después de meditarlo y tras sufrir constantes situaciones en las que se produce un trato discriminatorio hacia el joven por el color de su piel. La familia ha puesto el caso en manos de un abogado, aunque tal y como reconoce Maria, en el caso de emprender acciones judiciales tendría que ser el joven, al ser mayor de edad, “y él no confía en que pueda sacar nada positivo”.
Lo que de ningún modo se creen es que no les dejaran entrar en la sala de fiestas por ser menor de 21 años: “Tengo dos sobrinos de 17 y 19 años y nunca les ha pasado y mi hija, con 16, fue el pasado fin de semana por primera vez a una discoteca, con una autorización firmada por sus padres, y entró sin que le pusieran ningún impedimento. ¿La diferencia? Ellos tres son blancos”.
La discoteca se defiende
Desde la sala de fiestas, la discoteca Xandala de Museros, se defienden de las acusaciones y aseguran que entra gente “de todo tipo”, sin tener en cuenta su raza o su condición sexual, “tenemos miles de fotos que lo demuestran”: “Incluso tenemos en plantilla trabajadores de etnia gitana o de raza negra, o empleados gais y lesbianas”. No obstante, reconocen que, a pesar de que el evento en cuestión era una fiesta puntual que se anunció para mayores de 21 años, la razón por la que no se permitió entrar a estos jóvenes al recinto pudo haber sido otra.
“Es muy posible que no viniera con la indumentaria adecuada o que no estuvieran en las condiciones adecuadas”, sostiene la portavoz de Xandala en declaraciones a elDiario.es, y apunta que entre 500 y 1.000 personas que pueden acceder a la discoteca, “habría que ver que caso por caso”. “Es posible que la persona que estaba en la puerta le diera esa razón, pero que la razón fuera otra, ya que hay muchos factores para descartar a alguien”, indica, para sentenciar después: “Por racismo, puedo asegurar que no fue”.
Situaciones diarias de discriminación
Maria lamenta que su hijo de acogida se enfrenta de forma habitual a situaciones de discriminación, “sin ir más lejos, regresando a casa de madrugada en el metro, dos policías les identificaron y le registraron y él, harto, les preguntó que si era porque es negro a lo que le respondieron que sí”. “Y no es una situación excepcional, está acostumbrado a que le pidan que se identifique, le registren o le vigilen cuando entra a una tienda, y es una situación que está provocada porque es negro”, relata.
“Es muy doloroso ver cómo padece este tipo de situaciones discriminatorias, y más conociéndole, que es un buen chico, un joven normal, que estudia segundo curso de un grado de Formación Profesional de Mantenimiento Electromecánico”, explica Maria, que relata cómo se quedó “muy fastidiado” después de lo que vivió el pasado fin de semana: “Nosotros le decimos que no discuta, pero es muy difícil aguantar siempre cuando te pasa de forma habitual. Estamos cansados, hartos de que le pase esto”.
“Nosotros pensamos que vivimos en una sociedad acogedora, pero cuando te enfrentas a la realidad te das cuenta de que no es así”, se lamenta.
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