Diego Zaragozí, alcalde de Altea: “Los servicios que no paga la tasa turística los tiene que pagar el vecino”
Diego Zaragozí es alcalde de Altea desde 2023 por Compromís, aunque esta formación gobierna la localidad de la Marina Baixa desde 2015. Con el actual período político que supuso una oleada de la derecha del PP, Altea se ha convertido en el principal referente de la formación valencianista en las comarcas alicantinas. Zaragozí explica que “en la vida real soy comerciante”, un sector muy vinculado al turismo y también a los residentes, una combinación que hay que saber gestionar para encajar la economía con la calidad de vida, y más en una localidad que vive con espíritu de pueblo a la sombra de los rascacielos de la vecina Benidorm.
Altea es un municipio eminentemente turístico, con un casco urbano muy cercano a la costa. Esto afecta a la vivienda, y el Ayuntamiento ha tenido que poner freno a los pisos turísticos. ¿Cómo se ha hecho?
Altea no puede tener el 17 o el 20% de las viviendas destinadas a turistas en alquiler semanal, porque si no, la gente que vivimos aquí no tendríamos sitio. Otro problema es el encarecimiento de precios: si yo compro un coche para taxi, seguramente costará más que si es un coche de uso particular. El hecho de que se pueda especular con la revalorización de las viviendas por una cuestión exclusivamente de negocio hace muy difícil, por no decir imposible, que la gente se compre un piso. Pero otro problema es la masificación: Altea tiene el tamaño que tiene. Muchas veces nos preguntan por qué no hacemos más aparcamientos, un aparcamiento para 2.000 coches más, que vengan 4.000 personas más… ¿Y dónde cenan? ¿Dónde duermen? ¿Por dónde caminan? En Altea llegamos a un punto en el que tomamos la decisión, para evitar aquello de la turismofobia, de que teníamos que poder seguir viviendo.
¿Y cómo encaja esta política con el crecimiento económico?
Nosotros tenemos muchos residentes extranjeros asentados de forma permanente. Esto ha generado una economía de gente que vive bien, contratando jardineros, comprando un coche en el pueblo, yendo a las tiendas, a la carnicería… gente con poder adquisitivo alto que vive con nosotros y mejora la calidad de vida. Pero los visitantes turísticos normalmente solo dan beneficios a un sector muy concreto, el de la hostelería. ¿Y qué tipo de trabajo generan? Normalmente, un trabajo precario. Todo esto viene porque si incomodas a esos 1.500-2.000 residentes extranjeros, tanto los vecinos como los turistas, se van. Por eso no se puede permitir que todo el pueblo sea un parque temático turístico. Hay lugares donde ciertas zonas han revivido gracias al turismo, pero hay otras zonas residenciales donde causan más problemas.
¿Entonces se limita más el piso turístico por zonas que de forma general?
Sí, se han tenido en cuenta diferentes parámetros para zonificar el pueblo: la cantidad de gente que vive habitualmente, la cantidad de pisos turísticos y el espacio disponible. Según las cifras de cada zona se dan licencias o no. Entendemos que hay zonas más vulnerables y otras más vacacionales o de segunda residencia. La idea es evitar que en las zonas donde vive la gente de forma permanente haya más pisos turísticos.
¿Han detectado muchos pisos turísticos ilegales?
No tenemos constancia de que se haya hecho ningún tipo de inspección más allá de las que se han realizado desde las webs. Nosotros tampoco tenemos posibilidades de hacer esas inspecciones. Pero mercado negro siempre habrá.
Altea ha sido un ayuntamiento que se ha posicionado a favor de la tasa turística. ¿Ha sido una oportunidad perdida en la etapa del ‘boom’ turístico?
Nosotros siempre nos hemos posicionado a favor de la tasa turística y en contra de los que dicen que sería perjudicial. Yo no sé qué puede perjudicar a un tipo de oferta turística como la de Benidorm, que busca un precio muy barato con hoteles todo incluido, porque tiene más competidores. Pero a Altea no le perjudicaría. Pensamos que es una oportunidad perdida porque nuestros cálculos son recaudar 2 millones de euros al año, sin necesidad de ir a los precios más altos. Con 2 millones podemos pagar el socorrismo, los refuerzos de limpieza y todas las necesidades que genera el turismo. Tenemos gastos más grandes que otros municipios por culpa del turismo: lo que no paga la tasa turística lo tiene que pagar el vecino subiéndole el IBI. Pero, sobre todo, queremos el equilibrio, que la gente pueda convivir.
¿Cómo han afectado al turismo los servicios y suministros, como en el caso de las restricciones de agua que se han tenido que aplicar en algún momento?
En principio, en verano no tenemos problemas de suministro porque nos abastece la desaladora de Mutxamel. Pero el problema está en la parte de la sierra que no está conectada a la red común: se abastecen de pozos, y estos son limitados. Cuando bajan de un mínimo es cuando entramos en peligro y marcamos los topes de sequía. También estamos haciendo obras para solucionarlo. Pero la gente es consciente del problema.
¿Cuáles son los principales problemas que puede plantearle a Altea la nueva Ley de Costas aprobada por la Generalitat?
Tenemos un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), que por cierto está paralizado en València, con el que somos muy proteccionistas. Se liberan de la construcción millones de metros cuadrados de costa virgen. Entendemos que el daño que está hecho, está hecho; queremos proteger el poco litoral virgen que queda y también retroceder en la zona urbana de la costa, como ya ha hecho el Ministerio. No estamos en contra de la construcción, pero la economía también debe pasar por la reforma. Altea tiene que crecer, pero no de forma infinita. La nueva Ley de Costas es interesada: volvemos a los años en que la tierra se medía por los pisos que se podían construir. Es una ley especulativa y de negocio puro y duro.
En los últimos 40 años Altea ha duplicado la población y ahora un tercio es de origen extranjero. ¿Cómo se gestionan estos cambios?
La convivencia es buena. Ahora estamos en torno a 24.000 habitantes censados, lo que significa que tendremos unos 28.000. Pero con el espacio y las infraestructuras que tenemos, no cabe mucha más gente. Quiero decir que si todo el término municipal es susceptible de ser edificado, podemos plantarnos en 15 años con 40.000 habitantes, y no cabemos. Nuestra comarca está empezando a estar saturada y llena, y debemos ser conscientes de que tenemos que buscar alternativas que nos permitan vivir que no sean exclusivamente la construcción y el turismo.
En esta zona valencianohablante con tanta variedad de orígenes, ¿cómo está el tema del valenciano?
Yo creo que en Altea goza de buena salud, dentro de la preocupación general. Pero muchas veces te das cuenta de que quizás solo es un tercio de la población. Otro tercio es de origen extranjero y el otro tercio del resto del Estado español. El valenciano tiene una vida social buena: en Altea todas las fiestas se hacen en valenciano, y la gente entiende como normal que así sea. El 90% del pleno se hace en valenciano.
Dentro de la política de partido, Altea se ha convertido en un referente en las comarcas de Alicante. ¿Cómo asume ese papel?
Yo era muy optimista con la teoría de la mancha de aceite: hacer bien las cosas y que se extiendan. Hace ya 10 años que gobernamos Altea y creo que hemos hecho buenas políticas, y el pueblo ha progresado. Además, la gente nos lo dice. Creo que ahora nos hacen más caso y tengo buena relación con otros dirigentes, lo cual también es más fácil en un partido pequeño. Pero Compromís tiene muchos ámbitos de actuación y muchas discusiones internas. El mundo LGTBI se identifica mucho con Compromís, evidentemente el valencianismo, pero también las políticas progresistas. Debemos ser realistas y conscientes de la pluralidad en la que vivimos, y tenemos que llegar a la gente que está a la izquierda del PSPV. Pero yo suelo decir que somos progresistas y conservadores a la vez: progresistas porque buscamos la mejora de la mayoría de la gente, y conservadores porque queremos conservar costumbres, lengua, territorio y recuperar unos privilegios que ya no tenemos. Creo que somos una alternativa de gobierno real, pero nos falta ese escalón para estar de igual a igual con el PSOE, porque ahora mismo no podemos pactar con el PP, y con la derecha del PP, menos todavía.
¿Cómo puede llegar Compromís más al sur, a comarcas como la Vega Baja o el Baix Vinalopó?
Creo que hay que llegar a través de las políticas, pero tampoco necesitamos ir enseñando la banderita. Todos tienen claro que somos valencianos. Debemos tener claro que somos la opción progresista, más tolerante y más cercana —porque sabemos cuáles son realmente los problemas de Elda o de Elche y de sus industrias—, porque parece que Compromís solo es lengua y tierra. Somos gente que sabe gestionar la economía. Sí, somos los del LGTBI, los de la igualdad, los del valencianismo… pero también sabemos gestionar. Debemos decir a la gente que sabemos cómo podría progresar el país y no depender solo del turismo. Tenemos que apostar también por la industria tecnológica: aquí pueden venir grandes empresas.
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