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La dura realidad de la pandemia para mujeres víctimas de violencia machista, de trata o sin papeles de València

Una voluntaria de Cruz Roja lleva un lote de alimentación a una mujer víctima de violencia de género

Carlos Navarro Castelló

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Ocho kilos de patatas, ocho litros de leche, otros tantos de agua, dos kilos de arroz, una botella de aceite, una docena de huevos, y varios paquetes de macarrones, fideos, lentejas y galletas.

Son algunos de los productos que contienen los kits de comida que reparten técnicos y voluntarios de Cruz Roja cada jueves desde el pasado 9 de abril entre las mujeres más vulnerables.

En concreto, según explica Patricia Peris, responsable de los programas relacionados con mujeres de la entidad, en estos dos primeros jueves se han llevado 300 kits de alimentación y de higiene personal (champú, gel, papel higiénico, pasta de dientes, tampones y compresas) a un total de 120 mujeres.

“Se trata de mujeres que han sido víctimas de violencia machista a las que ya atendíamos en otros programas, mujeres que han ejercido la prostitución o mujeres inmigrantes sin papeles, en muchos casos con hijos y que carecen de recursos”. comenta.

Todas tienen un denominador común: “carecen de recursos bien porque trabajaban en empleos precarios sin contrato, normalmente limpiando casas o cuidando a personas mayores, o bien porque han sufrido ERTE en su empresa y aún no han empezado a cobrar”, comenta Peris.

Solo en la provincia de València, la entidad atiende a 1.706 mujeres que han sido víctimas de violencia machista a través del programa Atenpro, lanzado y financiado por el Gobierno y la Federación de Municipios y Provincias, a través del cual se les facilita un teléfono móvil con botón de alarma y geolocalizador, además de apoyo emocional y asesoramiento jurídico.

Además, a través del programa de Mujer en Dificultad Social atienden a otras 600 mujeres en riesgo de exclusión social (víctimas de trata, inmigrantes sin papeles, entre otros colectivos) a las que se les ofrece un acompañamiento social, atención jurídica y psicológica tanto individual como grupal, para que tejan redes de amistad entre ellas y realicen actividades juntas.

“Las 120 mujeres a las que estamos tendiendo ahora como consecuencia de la pandemia vienen de ambos programas, ya que las estamos llamando a todas para ver qué necesidades tienen, pero van a ser muchas más porque no paran de llamarnos para pedirnos ayuda de diferentes colectivos que atienden a estos perfiles y que no pueden darles una respuesta o también de servicios sociales de algunos municipios”, afirma Peris.

Según explica, “muchas se ponen a llorar cuando nos ven llegar para darles ayuda porque además muchas viven solas, algunas son mayores; por ejemplo, una de las mujeres a las que atendemos tiene 86 años y para ella es un alivio muy grande sentir que tiene un apoyo”.

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