La Policía de València revive los rescates un año después de la dana: “Tengo el recuerdo de verlo todo marrón, la sensación de que no iba a acabar nunca”
La noche del 29 de octubre, los agentes de la Policía Local de València, apoyados con los medios de los bomberos, realizaron más de 300 rescates en las zonas afectadas por la dana. Pese a que la riada pilló al Cuerpo de improvisto, sin un dispositivo especial para ello hasta entrada la noche, decenas de agentes realizaron rescates en las pedanías afectadas y en los municipios colindantes. Muchos de ellos lo hicieron fuera de servicio, de manera voluntaria; buena parte del Cuerpo reside en el área metropolitana afectada. A pocos días del aniversario de la barrancada múltiple, los agentes que realizaron rescates de mayor dificultad reviven las horas más angustiosas, con motivo del acto de reconocimiento del Cuerpo y el consistorio.
El Ayuntamiento ha reconocido la labor de nueve agentes, uno de ellos a título póstumo, por trabajos considerados extremos. Son agentes que sacaron a personas de sus vehículos, desalojaron una residencia de ancianos, atendieron a vecinos atrapados o repasaron las viviendas más apartadas de las pedanías de la ciudad. El oficial Luis Trejo Delgado, que pertenece a la USAP -la unidad de élite de la Policía- salió de Riba-Roja del Turia por la tarde-noche, con otros compañeros. “Cuando vimos la magnitud de la catástrofe, varios compañeros nos coordinamos por un grupo de WhatsApp y vinimos a reforzar el servicio. Empezamos a coordinar equipos donde más falta hiciera, en las pedanías”, cuenta. El primer lugar al que acudieron fue a Forn d'Alcedo, una pedanía que apenas supera los 1.300 habitantes pero de manera muy dispersa. “Lo primero fue coordinarnos con los bomberos. Era imposible acceder por medios convencionales, hubo que ir con barcas. Con algunas personas teníamos contacto, con otras a través de familiares. Fue muy angustiante porque todo el mundo nos pedía que por favor sacáramos a los suyos”, narra el oficial, visiblemente emocionado. “Íbamos a donde teníamos más cerca. Había demandas en toda las pedanías. Como cayó el 112, nos entraban avisos de fuera de València”, así que cuando terminaron en Forn d'Alcedo fueron por su propia cuenta hacia la Pista de Silla, donde había cientos de vehículos atrapados entre el barranco y el cauce del Túria, a punto de desbordar.
Trejo explica que apenas tenían tiempo para pensar: “Noción del tiempo no había, era físicamente imposible llegar a los sitios”. “Suena a tópico, pero hay tanto que hacer que no da tiempo a tener miedo. Cuando recapacitas es cuando te das cuenta”, continúa. De todo el barullo de la noche recuerda un momento claro: se encontraba con compañeros en un polígono repleto de concesionarios, donde tenían noticia de varios vecinos que estaban subidos al techo de una nave, que ya superaba los dos metros de altura en un espacio repleto de vehículos eléctricos: “Yo iba en ese momento con el agua al cuello, literalmente, por encima del pecho. Confías que no falle nada, pero pensé que podría ocurrirle algo al sistema de cualquier coche y sufrir una descarga eléctrica”, detalla. Cuando piensa en esa jornada, dice que lo peor vino después: “Los peores días fueron los inmediatamente posteriores, la imagen de verlo todo marrón y tener la sensación de que esto no iba a acabar nunca”. El punto de inflexión llegó con la organización, cuando a cada uno se le asignó un lugar de trabajo. “Ya empezamos a vislumbrar que podríamos con todo. La Torre fue mi pedacito de mundo. Luego llegó la ayuda. Fue fundamental el apoyo de otros municipios, sentir que no estás solo, sentir la solidaridad de toda España”, dice, en referencia a los refuerzos voluntarios de agentes de Madrid o Badajoz.
A Miguel Montes, agente, la riada le sorprendió en su casa de Picanya, fuera de servicio, con sus dos hijos pequeños. El agua y el barro la dejaron completamente destrozada. Cuando tuvo a los niños bajo control, se fue con un vecino al centro de ancianos que hay junto a su casa. “Nada más llegar encontramos cuatro cadáveres pero pudimos rescatar a catorce ancianos”, explica. “Los llevábamos primero a caballito, pero acabamos poniendo en un banco que limpiamos y los cobijamos y con una furgoneta que conseguimos pudimos llevarlo a un centro residencial” en las afueras del municipio, que aún no se había inaugurado. Los sacaron uno a uno, a veces a pulso, a veces ayudándose con sábanas o con cualquier material que encontraran en el centro. Al poco tiempo apareció un concejal, que es técnico de SAMU, y varios compañeros policías del municipio y entre todos se hicieron cargo. El primer rescate les costó casi una hora. Después fue algo más “practicable” el suelo, cuando bajó el agua. “La dificultad no era solo el agua y la corriente, era el lodo”. Sobre el impacto emocional, expresa: “Tu mente está programada para ello, pero el dolor nos ha ido saliendo ahora, al tiempo de estar recomponiendo la vida. Ahora es cuando más fuerte lo siento. Pensaba que lo había superado, pero nunca se llega a superar. Un día estás por la mañana trabajando y por la noche cogiendo a fallecidos, con todo el desastre alrededor”, narra. Los días posteriores, con los municipios arrasados, no había forma de llegar a ningún sitio: “Yo lo perdí todo. Mi casa, mis objetos. Fue duro”, señala.
El inspector Ricardo Álvarez es un veterano del Cuerpo. Él sí estuvo de servicio activo durante la noche y se encargó de coordinar una parte de los rescates en las pedanías. Cuenta que ya vivió el atentado de ETA en El Corte Inglés de València, en 1995, y la de la dana fue “la peor noche de servicio en 37 años”. Estaba en València y se desplazó a Castellar, otra de las pedanías sur de la ciudad, que roza los 7.000 habitantes y cuenta con gran número de las viviendas diseminadas entre las zonas de huerta. Su equipo realizó numerosos rescates, pero recuerda especialmente el de una persona que estaba en una casa aislada, sin teléfono y con sordera, a la que llegaron por información de los vecinos. Fue también el encargado de rescatar a un jefe de Policía de Massanassa, que se quedó atrapado en su vehículo y solo asomaba el brazo por la ventanilla. “La incertidumbre quizá es el peor enemigo, no saber a qué te vas a enfrentar y hasta dónde va a llegar el agua”, expresa. Al otro lado del cauce del Túria “llamaba la atención la noche, la oscuridad y el ruido que hacía el agua. Nos centramos en rescatar al máximo número de personas”. “La noche fue larga, hicimos 14 horas, hasta las 9 de la mañana que nos pudieran relevar. No podían llegar a nosotros”, relata.
Los testimonios de los agentes dan cuenta de la descoordinación del Cuerpo, que se vio sobrepasado por la situación. València no envió refuerzos a los municipios hasta cinco días después, pese a disponer de unos 2.000 efectivos, y centró su atención en las pedanías afectadas y el control de la propia ciudad. En las pedanías sur fallecieron 17 personas. Desde el Cuerpo hay agentes que se han mostrado muy críticos porque tuvieron que realizar los rescates por su cuenta, en momentos de mucha tensión. Esta descoordinación, según muestran los agentes, también les pasó factura a nivel emocional.
Ocho distinciones por los rescates y un reconocimiento póstumo
Como adelantó elDiario.es, el Cuerpo otorga nueve medallas a los agentes implicados en rescates durante el 29 de octubre. El máximo distintivo, la Medalla de la Policía Local con distintivo rojo, se ha entregado a título póstumo al agente que falleció atrapado en un garaje de la pedanía de La Torre cuando trataba de salvar a sus vecinos, Rubén Lima, de 32 años. La alcaldesa ha destacado la “profesionalidad y el talante solidario de Lima” ante sus familiares, que han recogido el galardón en un acto de homenaje.
Junto a los ya citados, se premia con el distintivo azul al agente Manuel Moreno, que rescató con Álvarez a una mujer en Castellar-Oliveral en una vivienda aislada, y también al jefe de la policía Local de Massanasa; al Inspector Miguel Ángel López Beltrán y los agentes Juan Ángel García-Soto Rojas, Alejo Borja Romero Lorenzo, e Iván González Becerril, por su decisiva actuación en numerosos rescates, entre ellos, el de una mujer que estuvo 4 horas sujetándose a una valla de la gasolinera de Forn d’Alcedo donde trabajaba, “un rescate que vivimos en directo desde la Sala de Emergencias –ha recordado la alcaldesa-, que fue angustioso”.
Finalmente, con el mismo distintivo, se ha reconocido a agentes destacados en otros servicios meritorios a lo largo del año, como los policías que salvaron a un bebé de pocos días con maniobras de reanimación; los que detuvieron a un delincuente que robó con violencia extrema a una mujer, y agentes que detuvieron a un agresor sexual; la agente que detuvo, en colaboración con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a una persona acusada de corrupción de menores; o los policías que realizaron maniobras vitales de urgencia a un herido de gravedad y agentes que se implicaron en un intento de autólisis especialmente complejo.
El jefe de Policía de València, Ángel Albendín, puso en valor el esfuerzo del Cuerpo durante la riada y las semanas posteriores. En su discurso, enfatizó que las últimas crisis ponen de relieve que “se necesita una Policía Local moderna y adaptada, menos burocrática y más sensible”. Y en clave interna, remarcó la necesidad de “un marco legal para los ascensos y para rejuvenecer las estructuras de mando, se aprecia una sensación de que hay pocas oportunidades de ascenso y eso desperdicia potenciales. Es importante que haya mandos jóvenes, que puedan desarrollar sus capacidades en plena madurez”, dijo, en pleno proceso de oposiciones para los mandos y una guerra total en la cúpula policial.
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