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El coñazo gramatical

Cristina Cabedo Laborda

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Aunque en los últimos años ha venido sucediéndose diversos debates acerca del lenguaje inclusivo, lo cierto es que éste se inició ya en los ‘70, tanto en lenguajes sin género (como el finlandés o el turco), en lenguajes de género natural (como el inglés), y en lenguajes con género gramatical (como el valenciano, el castellano, el francés o el italiano). Tanto es así que, en 2015 y en Suecia, la Academia sueca terminó aceptando el término “hen” para personas no binarias.

Frecuentemente este es un debate que se enfoca desde lo gramatical, especialmente cuando se enfatiza en las diferentes posturas sobre el lenguaje inclusivo o el lenguaje no sexista que tienen las Instituciones o Academias relativas a las lenguas. Por todes es sabido las enormes reticencias que tiene la RAE a abrirse al lenguaje no sexista; sin embargo, cabe tener presente que el castellano no solamente es la lengua oficial en España, y que existen otras instituciones que sí se acercan a este lenguaje inclusivo. En palabras, por ejemplo, de Alicia Zorrilla, Presidenta de la Academia Argentina de las Letras, “el lenguaje inclusivo no es un lenguaje, sino el espejo de una posición sociopolítica”. Tanto es así que otras instituciones, quizás no académicas pero sí públicas y de especial relevancia en cuanto a poder, han habilitado morfemas como la -e. Este es el caso, ni más ni menos, del Consejo argentino de la Magistratura, quien habilitó a juezas y jueces a escribir con el morfema -e.

Y es que, lo que no suele decirse, es que este es un debate perteneciente a los espacios del poder. Es justamente en los poderes públicos donde debe arbitrarse o, como mínimo, arbitrarse al mismo tiempo que se da en los referidos espacios académicos.

La constatación de esta premisa se produce cuando vemos la negativa de sectores y personalidades por “feminizar” la nomenclatura de cargos y responsables públicos; es decir, la negativa a llamar “Presidenta” a una mujer que ostenta este cargo, por querer llamarla “Presidente”; “diputada” por querer nombrarla “diputado”; o “Síndica” por querer nombrarla “Síndic”. Esta negativa, a día de hoy ejercida, por ejemplo, por VOX en el Parlamento valenciano, suele venir acompañada del intento de ridiculizar el lenguaje no sexista, derivando el debate a una mera cuestión gramatical de tal forma que se disfrace, justamente, el debate acerca del poder.

Sin embargo, lo que se esconde al llamar en masculino a cargos públicos y de poder femeninos, es un continuo recordatorio a esas mujeres de que el lugar que ocupan y el poder que ejercen es excepcional en tanto que originariamente pertenece a lo masculino, o a los hombres. De esta forma, se indica que el ejercicio del poder por parte de las mujeres debe, en primer lugar, ejercerse bajo los cánones patriarcales, y en segundo lugar, de forma anecdótica.

De igual forma, a los poderes públicos nos corresponde repensar no tanto sobre si el masculino es genérico o no, sino por qué al contrario no lo es: por qué el femenino no se ha configurado nunca como inclusivo. Dicho de otra manera, el debate gramatical debe verse y analizarse desde la óptica del poder y esa es una responsabilidad de los propios poderes y de quienes los ostentamos, hombres y mujeres. Así pues, en las calles, que es donde reside el poder popular, cabe pensar por qué un coñazo es algo aburrido, mientras la polla es lo espectacular. Es fácil llegar a la conclusión de que lo gramatical es un coñazo por ser un debate de segundas. La polla está en el debate de poder.

La lengua y el lenguaje evolucionan de acuerdo a las necesidades de cada época, reflejan la realidad y ayudan a construirla. El lenguaje parlamentario de hace 40 años no puede ser el mismo que el actual porque, al igual que la sociedad y la cultura, la realidad parlamentaria no es la misma: en la primera legislatura de Les Corts había 6 mujeres frente a 88 hombres; y en la actual legislatura existen 48 mujeres frente a 51.

Las mujeres y el poder que ostentamos no somos anécdotas ni algo temporal, además tampoco tenemos por qué ejercer nuestro liderazgo atendiendo a los cánones tradicionales masculinos. Somos, en todo caso, la confirmación de la democracia desde la perspectiva de género.

*Cristina Cabedo Laborda, presidenta de comisión de Igualdad de Género y Colectivo LGTBI de las Corts, secretaria primera de las Corts Valencianes y diputada d’Unides Podem

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